CasaPoemas“El Overo”

“El Overo”

EL OVERO

(Boris Seltkin)

¡Degoyalo Cipriano, degoyalo!
ya el matungo no tiene mas rimedio;
hace dos o tres días que está caido
y es al ñudo buscarle un aliveo…

Anoche al acostarme, yo pensaba
en eso mesmo que me estás diciendo,
y esta mañana preparé la daga
pa’despenar pa’siempre al pobre overo.

Pero…¿Sabe mi vieja lo que pasa?;
me alcanzó a conocer a veinte metros,
y, levantando un poco la cabeza
me hizo un relincho corto desde el suelo.

Me arrimé pa’matarlo
y vi en sus cansados ojos negros,
yo no sé qué mirada tan extraña,
que me tembló la daga entre los dedos.

Y me puse a pensar;
¿Qué me diría al saber que soy yo quien lo degüello?
¿Es así como pagan los cristianos,
después de que uno está caido y está viejo?

Este es un bien pa’vos, quise explicarle;
sentirás un dolor cuando entre el fierro,
pero después verás cuando la sangre
dentre a chorriar y a coloriarte el pecho.

Tuito ese dolor se te irá yendo;
y, sacando coraje ni se diande;
con una mano le tantié el pescuezo.

Y cuando estaba a punto e degollarlo,
me menearon la mano los ricuerdos:
recularon los años de mi vida
y me entraron a arriar los pensamientos,
pa’los tiempos aquellos
que ninguno me prestó mas servicio que el overo.

Yo tenía pa’ aquel tiempo veinte años,
y el sería un potrillo e’ tres y medio;
cuando una vez por cosas, por zonceras
cuasi ni me acuerdo…
le pegué unos zachazos en el tuzo al comisario mesmo.
Tuve que juir…
mi suerte estaba puesta en las patas de mi parejero,
y pa’ganar el monte, evadió ríos y metió los cerros;
y si de un galope no cruzó los Andes,
jué porque nunca le pedí ese esfuerzo.

Después, cuando unos ojos
que no sé si eran brujos o hechizeros
me enredaron pa’ siempre;
y armé rancho, pa’tener en mi rancho dos luceros,
mi overo puso el anca pa’llevarte;
y como pa’dir al cura estaba lejos,
hizo a la vez de cura, de padrino
y jué testigo e’nuestro casamiento.

Después de algunos años,
cuando el gurisito cayó enfermo;
¿Quién galopeó las doce leguas
que hay extendidas de aquí hasta el pueblo?
¿Y quién galopeó las otras doce
pa’ venir hasta aquí con los rimedios?

¡Por eso no me animé a degollarlo!
dejalo al pobre overo…
que se muera solito allá en el bajo,
que yo perdí el coraje hasta pa’verlo…