Historia

Santo Patrono
"San Jorge"

Prólogo

LIDA (LOD), actual Estado de Israel

Saliendo de Tal Aviv por el sudeste se contempla el variado paisaje de la llanura fértil del Sarón, región de suaves colinas que separa la llanura de la montaña; en cuyo corazón se encuentra Jerusalén. La Biblia menciona la llanura de Sarón y relata los hechos ocurridos en su marco geográfico y en sus ciudades; particularmente de la época en que esta tierra estuvo ocupada por los Pueblos del Mar, o Filisteos.

A 15 Km de Tel Aviv, cerca del Aeropuerto Ben Gurion, se encuentra un pueblo llamado Lod con cerca de 40.000 habitantes, en su mayoría judíos. Lod es el descendiente del bíblico Lida, llamados por los romanos Dióspolis.

Es una ciudad muy antigua recordada ya en los anales de Tutmosis III en Karnak. Fue reconstruida por los Benjaminitas y muy probablemente destruida por los Asirios.

Ya en el período cristiano en Lida el Apóstol Pedro curó a un paralítico en una de sus visitas a los “…Santos que moraban en Lida…”. Toda esta región del Sarón, desde Jafa a la montaña, fue campo de predicación del Apóstol Pedro.

Una tradición antigua considera a San Jorge originario de Lida.
Si bien el Santo fue martirizado en Capadocia, sus restos fueron llevados a su tierra natal, donde en su honor se construyó una basílica en el Siglo IV. Esta basílica que es mencionada ya en algunas fuentes del Siglo V fue incendiada por los musulmanes a la llegada de los Cruzados en 1099. Reconstruida por Ricardo “Corazón de León”, en 1191 seria destruida de nuevo. Hoy existe en su lugar una mezquita dedicada por los musulmanes a El-Khadr, nombre que dan los árabes a San Jorge. La actual Iglesia Griega de San Jorge fue construida a finales del Siglo XIX tomando como base la iglesia hecha por los Cruzados, sobre una cripta que según dice una antigua tradición es la tumba del Santo.

La posición fronteriza de Lida, la convirtió en frecuente objetivo de batallas y tratados entre los judíos y sus sucesivos enemigos. Como otras ciudades del interior del Sarón, no fue fortificada. Fue uno de los centros de fervor judío a lo largo de la época romana y en oportunidades en que Jerusalén era destruida, constituía una de las capitales alternativas de los líderes del Judaísmo. Durante los siglos II Y III, Lida despoblada de judíos se convirtió en pagana bajo el nombre de Dióspolis. El judaísmo desapareció, el cristianismo sobrevivió y finalmente logró prevalecer bajo el Imperio de Constantino (siglo IV).

El interés cristiano por Lida se centra alrededor de la figura de San Jorge. Entre los Santos que se veneran no hubo ninguno con una historia como la suya. Desde sus orígenes oscuros llegó a ser no solamente virtual Patrono de la Cristiandad Siria y objeto de la reverencia de los musulmanes, sino patrono también del más occidental de los pueblos cristianos. San Jorge de Inglaterra no es otro que San Jorge de Lida.

Fue un soldado de noble cuna que sirvió como Tribuno del ejército de Roma bajo el dominio del Emperador Diocleciano. sufriendo el martirio en torno al año 300. Según algunos Lida fue el escenario de su martirio; otros sitúan allí las propiedades de su familia, pero dicen que padeció en Nicomedia o Capadocia, actual Turquía. En cualquier caso Lida recibió sus reliquias. Durante los siglos siguientes los peregrinos visitaban su tumba en la ciudad y había un monasterio dedicado a él. Una iglesia se levantaba en Lida desde tiempos antiguos, pero fue destruida al aproximarse la primera Cruzada. Una nueva Catedral fue construida por los Cruzados sobre su tumba, y en agradecimiento por la intervención del Santo en favor suyo por los éxitos en Antioquía, la dedicaron a él. Era una imponente mole que se podía utilizar como fortaleza. Así, al aproximarse Ricardo “Corazón de León”, Saladino la destruyó. Se afirma que Ricardo, que hizo más que nadie para identificar a San Jorge con Inglaterra (llegando a ser su Santo Patrono), reedificó la Iglesia de Lida. No hay constancia de esto, y parece más probable que las crujías que el viajero que hoy admira, sean las ruinas que causó Saladino.

Por el tiempo de los Cruzados, el nombre del Santo reemplazó tanto a Dióspolis como a Lida, y la ciudad pudo haber sido llamada San Jorge hasta nuestros días a no ser por la interrupción de las peregrinaciones cristianas desde el Siglo XVI hasta el XVIII.

La conexión de San Jorge con el dragón puede rastrearse en el Siglo VI. Esto se debió probablemente a la coincidencia del crecimiento de la fama del mártir con el triunfo del Cristianismo. Pero la leyenda tiene una conexión aún más interesante. Los Mahometanos, que usualmente identifican a San Jorge con el Profeta Elías – el Khadr (o El-Khidr, “el siempre verde” o “siempre joven”, una figura mítica originariamente pagana, que personifica al poder animador de la naturaleza), el precursor del Mesías -, confundieron en Lida ésta leyenda con otra sobre el mismo Cristo. Su palabra para el Anticristo es Dajjal, y ellos tienen una tradición en la que se dice que Jesús matará al Anticristo a las puertas de Lida. Pero Dajjal se puede derivar por una confusión entre la “n” y la “l”, de Dragón, cuyo nombre llevan hasta nuestros días pueblos cercanos, Dajun y Bet Dajon; también una de las puertas de entrada a la ciudad de Lida se llamaba “Puerta del Dragón”. Si la derivación es correcta, es desde luego un curioso proceso por el cual el monstruo simbólico del Paganismo conquistado por el Cristianismo ha salido del primer gran rival del Dios de Israel. No podría haber un escenario más apropiado para tal historia que la ciudad donde los Hebreos se confrontaron con los Filisteos y con tantos otros enemigos a lo largo de la historia. Lugar de encuentros y confrontaciones entre el bien y el mal.

Hoy en día, la población de Lida (Lod) es principalmente mahometana, y parte de la Catedral, una mezquita. Todavía hay una congregación cristiana que celebra el culto en una nave lateral.

Una vez al año, en el aniversario de la muerte del Santo (23 de abril), al que incluso los musulmanes veneran, se les permite celebrar misa en el altar mayor, sobre su tumba.

San Jorge nació en Lida (o Lod), en el seno de una noble e ilustre familia adinerada, distinguida por el celo con el que profesaba y defendía la religión cristiana.

Su calidad y distinción lo llevaron a seguir la profesión de las armas; y, como era un joven de los más bien dispuestos, más valiente y más cultivado de todo el Ejército de Palestina, ganó en poco tiempo la gracia del Emperador Diocleciano. Este había dividido el Imperio Romano en sectores de co-gobierno (Tetrarquía) quedando el sector Oriental del Imperio (las provincias de Capadocia, Cilicia, Euphratesis, Siria, Fenicia, Arabia, Palestina, Libia y Egipto entre otras) bajo su jurisdicción.

Diocleciano le dio una Companía de mil de sus coterráneos para que mandase y le hizo su maestro de campo (especie de traductor), por conocer la zona y ser reconocido por sus habitantes. Acreditó el acierto de esta elección el valor, la prudencia y toda la conducta de su porte en una edad tan poco avanzada. Cada día el Emperador reconocía más el esfuerzo, la abnegación, la dedicación y los extraordinarios méritos del nuevo Oficial. Pensaba elevarle a los primeros cargos de Palestina y lo colmaba de favores permanentemente, cuando comenzó a descubrirse la tempestad que desde algunos años antes se iba fraguando contra los Cristianos. Poco a poco se comenzó a temer que Diocleciano inundaría con sangre de mártires a toda la Iglesia de Dios.

Desde entonces, aunque Jorge tenía sólo veinte años, se consideró destinado al sacrificio y se dispuso para él. Al poseer el grado de Oficial General, era del Consejo del Emperador y fue así como se enteró que este le obligaría a declararse como idólatra y negar así su Fe. Sin temer los riesgos, Jorge fue de los primeros que se declaró Cristiano.

Jorge inició su sacrificio haciéndolo primero con sus bienes. Hallándose heredero de una rica sucesión por la muerte de su madre, la repartió toda entre los pobres, vendió sus preciosos muebles, sus ricos vestidos y distribuyó las ganancias entre los fieles, que ante la iniciación de la persecución se habían esparcido por todo el territorio. También dio libertad a sus esclavos.

Despojado ya de todos sus bienes, participó en una asamblea donde se reunía el Consejo. Habiendo propuesto el Emperador el cruel e impío intento de exterminar a todos los Cristianos, le aplaudió toda la sala; pero toda ella quedó extrañamente sorprendida cuando vio levantarse a nuestro joven Oficial, quien respetuosamente contradijo la propuesta del Emperador de perseguir a los Cristianos y exterminarlos en todo el Imperio Romano. Jorge demostró al Consejo la injusticia y la falta de piedad que significaba dicha resolución. Defendió con una discreta apología a los Cristianos y finalmente acabó exhortando al Emperador a que revocase un edicto que sólo se dirigían a oprimir injustamente la inocencia.

Había ya acabado de hablar, y aún no había vuelto de su admiración los que le oían. La viveza de su discurso, el aire religioso con que lo había pronunciado y su rara modestia, tenían en suspenso a los oyentes; por algún tiempo pararon las pasiones de todo el Consejo. El Emperador, aún más aturdido que los otros miembros, mandó al Cónsul Magnecio que respondiese a nuestro Santo:
Bien se conoce-, le dijo el Cónsul, –por el desahogo con que has hablado en presencia del Emperador, que eres uno de los principales Jefes de esta secta; tu confesión confirmará tu insolencia; pero nuestro Augusto Príncipe, defensor de los dioses del Imperio, sabrá vengarlos de tu impiedad-.

Si la impiedad ha de castigarse-, respondió Jorge, –no se yo que haya otra más abominable que la de atribuir a las criaturas, aún a aquellas que son inanimadas, los soberanos títulos y los derechos propios y peculiares de la Divinidad. No puede haber más que un Dios verdadero; este es aquel a quien yo sirvo y adoro-.
Sí, Cristiano soy-, continuó diciendo, –y de este nombre me enorgullezco, no aspirando mayor dicha en ésta vida que darla, derramando toda mi sangre por aquél Señor de quien la recibí-.

Enfurecido el Emperador al oír este discurso, temeroso de que el mismo hiciese efecto en los ánimos de los que se hallaban presentes, mandó que de inmediato se encadenara y encerrara en un calabozo a Jorge.

Halló allí nuestro fervoroso Santo abundante materia para satisfacer el ardiente deseo que tenía de padecer por amor a Jesucristo.

El primer efecto de la ira del tirano fue mandarle atormentar con un género de suplicio nunca oído hasta aquel día. Mandó atarlo a una rueda sembrada de agudas puntas de acero, la cual a cada vuelta que daba, le levantaba pedazos de carne, dejando cortados canales en el delicado y joven cuerpo de Jorge. Los verdugos no podían comprender la alegría del valeroso mártir durante el tiempo que duró el tormento; aún más cuando, suponiendo que ya había muerto, le hallaron enteramente sano y sin ningún tipo de heridas.

Convirtiéronse muchos soldados a la vista de esta milagrosa curación lo que irritó aún más a Diocleciano. Apenas se pueden creer lo que refieren las actas más antiguas sobre el tormento de nuestro Santo. Todo lo que puede inventar la más bárbara inhumanidad y lo pudo sugerir la malignidad del infierno, se puso en ejecución para atormentar al invencible mártir; pero sólo sirvió para confundir a los paganos, y para manifestar más aún la gloria y el poder de Dios que adoraba Jorge.
Una piedra plana sobre su pecho que apenas podían levantar cuatro hombres, el acero al rojo, agua y aceite hirviendo, el fuego, la cal viva; de todo se valieron para combatir su resolución y su Fe; pero la firmeza y aún la alegría que manifestaba en medio de los tormentos; cierto resplandor maravilloso que rodeaba todo su cuerpo, tan brillante que disipó las tinieblas del oscuro calabozo; muchos milagros que obró en beneficio de los mismos que lo mortificaban; todo esto hizo triunfar la religión y convertir a la Fe a muchos no creyentes.

En vano gritaban algunos que todo era hechicería, sortilegio, magia y encantamiento: la heroica paciencia que todos observaban en él en medio de los más crueles tormentos y las maravillas que obraba, hicieron titubear a los más obstinados, tanto que el Emperador llegó a temer una conversión general en toda la ciudad. Se asegura también que la Emperatriz Alejandra se convirtió y mereció la corona del martirio. Sea esto así o no, lo cierto y seguro es que el Emperador, viendo que eran inútiles todos los tormentos, recurrió al engaño y cambiando repentinamente de tono y conducta, mandó que le sacaran las cadenas, que abandonara la prisión y fuese llevado de inmediato ante su presencia. Una vez ante él, le habría dicho con afectada blandura:

Jorge, no sin dolor me he visto precisado a mandar se ejecutase contigo todo el rigor de los edictos publicados contra los enemigos de mi imperial religión. No puedes ignorar la gran estima que siempre he tenido por tus méritos y el puesto que ocupas en mi ejército es una buena prueba de mi bondad. El único obstáculo que puede oponerse a tu fortuna es tu obstinación. Eres joven, tienes la gracia del Emperador; el favor añadido al mérito te prometen los primeros cargos de mi Imperio. ¿En qué te detienes para volver a tu obligación y aplacar con tus sacrificios la cólera de los dioses?
Suplicó Jorge el ser llevado al templo para ver aquellos dioses a los cuales el Emperador quería que ofreciese sacrificio. Diocleciano creyó entonces haber vencido la voluntad del Santo.

Una vez en el templo, acompañado de innumerable cantidad de personas que venían siguiendo los acontecimientos, Jorge se paró delante de la estatua de Apolo y le dijo:
¿Dime, eres Dios?-.
No soy Dios-, le respondió la estatua con voz espantosa y terrible que estremeció a los presentes.
Pues venid acá maligno ángel rebelde, condenado por el verdadero Dios al fuego eterno-.
¿Cómo tenéis el atrevimiento de estar en mi presencia, sabiendo que soy siervo de Jesucristo?-.

Al decir estas palabras, acompañadas de la señal de la cruz, se oyeron en el templo gritos horribles, aullidos espantosos y se vieron caer, derribadas por manos invisibles, todas las estatuas, haciéndose pedazos contra el suelo. Ante este espectáculo, quedaron todos atónitos y los sacerdotes de cada ídolo caído, excitaron a con sus llantos y gritos a una sedición general.
Informado el Emperador lo que acababa de suceder, mandó al instante que se le cortase la cabeza; lo que se llevó a cabo el día 23 de Abril hacia el año 300.

En todas las Iglesias de Oriente y Occidente ha sido siempre muy célebre la memoria de este ilustre mártir y su culto es uno de los más antiguos de la Iglesia. Se asegura que desde el fin del siglo V ya había altares dedicados a su nombre y erigidos por Santa Clotilde, mujer del rey Clodoveo.

Contribuyó al culto de San Jorge en Francia: San Germán, Obispo de París, uno de los más célebres prelados del siglo VI, cuando en ocasión de su peregrinación al Oriente, el Emperador de Constantinopla le obsequió muchas reliquias y a su vuelta hizo edificar una capilla para la honra de San Jorge en la Iglesia de San Vicente, actual Saint Germain des Prés.

Las demás capillas y altares que por toda Europa se han erigido con el nombre de nuestro Santo son buenas pruebas de la devoción que le han profesado muchas naciones y de las ansias por contar con su poderosa protección y amparo.
En España también desde hace varios siglos ha habido varios templos consagrados a Dios bajo la advocación de este Santo mártir.

Por haber sido Soldado, San Jorge dio lugar a que se lo invocase contra el enemigo. Ayudó también a ésta devoción militar el hecho que el Santo tuvo apariciones en algunas batallas, armado y peleando a favor de los fieles a Cristo; especialmente contra los Moros en España y los Bárbaros en el resto de Europa.

Es en España donde hay mayores registros históricos de estas presencias. En la batalla que el Rey Don Pedro de Aragón dio en los campos de Alcaraz a los Moros de Huesca por los años 1095, apareció San Jorge a caballo y peleó en defensa de los Cristianos, hasta que ellos declararon la victoria sobre los infieles. El Rey en memoria de este singular beneficio, mandó edificar en el sitio exacto de la batalla un templo a San Jorge que aún se conserva en la mencionada Huesca.

En el sitio que Alazarach, General de los Moros, puso a Alcoy, ciudad débilmente fortificada por los Cristianos; un sacerdote que se llamaba Mosen de Terragrosa, muerto con anterioridad, fue visto por el andamio del muro y sobre la puerta de entrada un caballero armado y a caballo. Ante esto, los Moros se acobardaron y huyeron. Este relato corresponde el Rey Don Jaime de Aragón. Los habitantes de Alcoy en memoria de esta aparición del Santo edificaron al Santo Mártir una Iglesia y dieron a la misma el nombre de San Jorge y sobre el surtidor de la fuente de agua una imagen suya de mármol.

El Rey Don Pedro de Aragón, reconocido por los grandes favores que recibió de nuestro Santo en sus batallas y conquistas, determinó instituir una Orden Militar en honra y gloria suya, lo hizo en septiembre del año 1201 en el castillo de Alfama, situado en una de las puntas del Coll de Balaguer, cerca de Tortosa en Cataluña.

Las imágenes más difundidas de San Jorge son aquellas que lo muestran con armadura, su cuerpo cubierto totalmente por el metal, clavando la lanza al dragón por la izquierda, montando un caballo blanco y observado por una imagen femenina en actitud de oración próxima a una Iglesia.

Esas imágenes corresponden a la época posterior a las Cruzadas cuando Inglaterra a instancia de Ricardo “Corazón de León”, adopta a San Jorge como Santo Protector del reino y quienes tuvieron la tarea de recrear su imagen, lo hicieron como un contemporáneo.

Las imágenes donde San Jorge aparece montado en un caballo negro, serían las correspondientes a la transformación religiosa de Inglaterra bajo el reinado de Enrique VIII, cuando se instaura el anglicanismo.

Las que realmente corresponderían a la época en que vivió el Santo serían aquellas que muestran a un soldado romano montado, vestido al estilo del Imperio Bizantino (el que se inicia oficialmente alrededor del año 300 al dividir Diocleciano su Imperio), sin casco y sus piernas envueltas en vendas, a modo de polainas. Así son las imágenes que se conservan en Lida (Lod) y así son las imágenes que tiene la Iglesia Ortodoxa Griega que es la que ha mantenido el culto a San Jorge con mayor fervor y adoración a través de los siglos.

El Arma de Caballería no poseía un Santo designado oficialmente hasta el año 1965, a pesar de que San Jorge era venerado como su protector con muchos años de anterioridad a esa fecha.

El 15 de noviembre de 1965 el Ministro de Defensa Nacional a cargo interinamente del despacho de la Secretaría de Estado de Guerra; a solicitud del Comando en Jefe del Ejército por un expediente iniciado por el Comando de Caballería;  resolvió designar a SAN JORGE como Patrono del Arma de Caballería del Ejército Argentino y designar el 23 de Abril de cada año como Día de su conmemoración.

San Jorge es también el Santo Patrono del Arma de Caballería de otros ejércitos del mundo como por ejemplo Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.

  • Patronas y patronos de las Fuerzas Armadas. Dr HORACIO A. SANCHEZ CABALLERO. Círculo Militar 1987.

  • Gran Enciclopedia Romana Tomo II y VII. Madrid 1978.

  • La Historia y la vida de San Jorge, sus Milagros y su Novena. Exarca MIGUEL SABA. Parroquia San Jorge de la Iglesia Apostólica Ortodoxa. Rosario, Santa Fe 1973.
  • Revista del Suboficial Nro 518 Año 1962.

  • Enciclopedia Salvat. Diccionario. Tomo 7. Salvat Editores S. A. Barcelona 1972.

  • Apuntes sobre San Jorge y la ciudad de Lida y Libro en Griego sobre Lida y San Jorge proporcionados por el Sr Coronel de Caballería JORGE FERNANDO ALEJANDRO MAINOLI, Agregado Militar en ISRAEL durante 1994 y 1995.

  • Conversación con la Sra MARIA CECILIA MASCARENAS DE BOSCHKOWITSCH, Iconógrafa Oficial de la Iglesia Ortodoxa Griega en la Argentina, creadora de los iconos e imágenes pictóricas que se encuentran en la Iglesia de San Jorge en la Capital Federal , especialista en imágenes griegas y arábigas del Culto Ortodoxo Griego.