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“Ser de Caballería”

SER DE CABALLERIA

(My LUIS FELIPE DE AZAMBUJA)

SER DE CABALLERIA es más que un privilegio. Es principalmente una pesada responsabilidad. Quien no sepa medir la verdadera extensión de esta responsabilidad y quien no fuera capaz de amarla arrebatadamente ¡Media Vuelta! Sólo así no vendrá a ser un pigmeo entre gigantes.

SER DE CABALERIA no es ser mejor o peor que los demás, como ya es clásico afirmar. Es ser diferente. Diferente con espontaneidad y sin arrogancia, con discreción y sin maldad. Diferente en todo lo que pueda reflejar las extraordinarias facetas del aguerrido espíritu del arma.

SER DE CABALLERIA es tener vocación para la busca de lo infinito y familiaridad con los influjos de lo eterno. Por la gloria el de caballería pelea, se supera y se sacrifica hasta llegar, por lo menos, a las cercanías de lo infinito. Por la tradición, él se modela, se robustece, actúa y reacciona bajo la inspiración de la perpetuidad que es el fundamento existencial del arma.

SER DE CABALLERIA es perseguir un ideal que si no ofusca, que si no quebranta, que si no abate el rigor y a los látigos de formidables borrascas que sobre él se lanzan, rugen, revientan con furia, con accesos de ira incontrolable, de tiempo en tiempo. ¡Qué le importa al sol las negras, densas y siniestras nubes de la tormenta!

SER DE CABALLERIA es ser, de la astucia, enamorado; de la bravura, amante; de la audacia, apasionado; de la iniciativa, siervo. Es hacer del peligro la sublime locura que, en desenfrenado galope, conduce a la luminosidad del heroísmo.

SER DE CABALLERIA es hacer de la Renuncia, un credo; de la resignación, un apostolado. La Renuncia es la inagotable fuente de energía que mantiene encendida la llave interior del de caballería y que lo identifica a su vida, sin más recompensas que aquellas que le son proporcionadas por la serena certeza de vivirla intensamente. La Resignación acondiciona su alma, para cambiar las espinas por flores y para vencer el virus del desaliento que le es inoculado por la incomprensión, no obstante su valía, y por el cortejo de laureles, de éxitos y de recompensas que se ve a su alrededor, pero le son negados.

SER DE CABALLERIA es amar con exaltación el caballo, en una mezcla de amistad y de reconocimiento por su capacidad de pagar con afecto,  el afecto que le es dedicado; por la nobleza de su cooperación para las glorias imperecederas del arma. Es amar al caballo, enfrentando con altura la onda de desdén  que emana de motores que no viven, que no vibran, y que solo roncan, sujetos a las serpentinas de los buenos caminos, mientras sus corazones fueren capaces de alimentar con combustible sus venas metálicas.

SER   DE  CABALLERIA es ser, al mismo tiempo, monarca y esclavo. Monarca de espacios libres y profundos, de agrestes y ásperas veredas, en las cuales, a despecho de las fantasías modernistas, el Arma de la movilidad táctica por excelencia tiene su habitáculo, transformase en fantasma y adquiere el mágico poder de la leyenda. Esclavo del penoso tributo a ella impuesto, solo comparable a la belleza de sus misiones clásicas, antes, durante y después de la batalla, en holocausto de la victoria final.

SER  DE  CABALLERIA es, antes que nada y a pesar de todo, nacer, vivir y morir: SIEMPRE DE CABALLERIA.