Cuando las yeguas ya no den más potros ni crezcan más las cañas de tacuara, cuando ningún talón sepa de espuelas, ni de lujo en pihuelos y rodajas. Cuando no se levante más el polvo de la caballería en una carga; cuando ya nadie más comprenda nada, de regatones, cujas y moharras. Cuando ya se hayan ido para siempre los centauros jinetes de mi raza; los que por diversión hacían la guerra los que por profesión hacían la patria. Los que a la luz del sol daban la vida, y a la luz de la luna serenatas, los de historias de amores y entreveros “¡Los de lanza y guitarra!” Cuando ya se hayan ido para siempre con la gloria chuceada en la tacuara, y el último jinete se haya muerto delirando con cargas y fanfarrias. | Yo sólo sé donde podré encontrarlos, con sus caras, sus pingos y sus lanzas; yo sólo sé donde estarán entonces “¡Los de lanza y guitarra!” Los hallaré en el cielo de la glorias, en el mundo infinito de las almas; porque este mundo les quedó muy chico para la más cortita de sus cargas. ¡Y allá estarán, jinetes en el viento, llevando a los relámpagos por lanzas pechando nubarrones con sus fletes, usando las estrellas por rodajas! ¡Haciendo trepidar el mismo cielo! Cargando eternamente hacia la nada; ¡Allá estarán cerca de Dios, muy cerca, ¡Los de lanza y guitarra! |